La invicta Alemania resiste al efecto Avramovich y conquista el Mundial
Alemania y Serbia llegaban a la gran final en estado de euforia. Horas antes se había disputado la lucha por el tercer y cuarto puesto, con victoria para Canadá sobre Estados Unidos en la prórroga de un partido espectacular que dejó momentos inolvidables con dos grandes protagonistas (Dillon Brooks y Mikal Bridges). Se esperaban menos puntos pero esa misma igualdad en la pugna por recoger el testigo de España, vigente campeona hasta este domingo.
Los balcánicos arrancaron con un parcial de 0-5, máxima ventaja hasta el paso por vestuarios. Aunque a los germanos les costó un poco más entrar en acción, fueron creciendo poco a poco de la mano de Dennis Schröder (28 tantos, dos rebotes y otro par de asistencias), que se impuso a Bogdan Bogdanovic (17P, 3R y 5A) en esa batalla individual entre estrellas. Con Pau Gasol, Carmelo Anthony y Luis Scola como maestros de ceremonia, el duelo se fue al descanso con un emocionante 47-47.
Aunque todo parecía indicar que el guion iba a mantenerse entre dos selecciones que compartían el objetivo de inaugurar su palmarés mundialista, la comandada por el finlandés Gordon Herbert se hizo grande con un contundente parcial de 12-2. Parte de culpa tuvo el equipo de Svetislav Pesic, especialmente desacertado desde la línea del triple (0/7) y sin capacidad para correr. Franz Wagner amplió la brecha hasta la docena (67-55).
Subidos al carro de Avramovich
Oportunidad ideal para Schröder y compañía porque, en principio, bastaba con no cometer más errores de la cuenta. Aleksa Avramovic generó algo de ilusión desde el tiro exterior mientras Bogdanovic desaparecía por completo. Se acercaban en el marcador para mantener las esperanzas (71-64) gracias a la energía y la efectividad del base del Partizán, que crecía a pasos agigantados y sumaba otros tres puntos desde el tiro libre (21 para él en total, la mayoría en los compases decisivos).
Restaba 1:21 y la diferencia estaba ahora en una sola canasta (78-75). Una grave pérdida en campo propio permitió que Marko Guduric tuviera un escenario magnífico, libre de marca, para empatar. No lo hizo y, pese a que el último arreón llegó a tiempo y pudo, contra todo pronóstico, cambiarlo todo, no se acabó concretando en un final feliz (83-77). Un querer y no poder pese a que los alemanes insistieron en inmolarse y fueron víctimas, sin consecuencias que lamentar, de su propio miedo a ganar.
Las estadísticas del choque están disponibles en Flashscore.