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Cinco anécdotas del recorrido, a veces caótico, de la llama olímpica

AFP
La llama olímpica viaja en velero
La llama olímpica viaja en veleroKMSP via AFP
Desde la creación de los Juegos modernos en 1896, la llama olímpica, que llegará a Marsella a bordo del velero Belem el próximo miércoles, ha vivido varios episodios caóticos y rocambolescos:

Llama casera y ropa interior quemada

Broma o fraude genial. El incidente más memorable de la llama olímpica se remonta a 1956. Un joven estudiante australiano, Barry Larkin, fue capaz de engañar a todo el mundo con una antorcha fabricada por él mismo en la que quemó ropa interior.

Tras una increíble sucesión de circunstancias, Larkin, que había planeado una escolta motorizada falsa, se encontró rodeado por varias motos de la policía cuando comenzó a correr, aplaudido por los espectadores, que le acompañaron hasta el ayuntamiento de Sídney.

En lo alto de las escaleras, el alcalde de la ciudad recibió la antorcha. Cuando se disponía a dar su discurso, se descubrió la estafa.

Un jaguar a la fuga

Tenía que ser una de las imágenes simbólicas del recorrido de la antorcha hacia Río de Janeiro en 2016. Una de las etapas pasaba por la selva amazónica, con una relevista singular, una jaguar de 17 años llamada Juma, una especie en vías de extinción en esta región.

Desafortunadamente, durante su desplazamiento, Juma se escapó. Cuatro flechas con tranquilizantes no fueron suficientes para atraparla y el animal atacó a un domador. Los soldados tuvieron que abatirla.

Palomas quemadas en Seúl

La culminación del recorrido olímpico, el encendido del pebetero ha dejado también imágenes memorables, por ejemplo el arquero que iluminó los Juegos de Barcelona en 1992 o la leyenda del boxeo Mohamed Ali, ya enfermo de Parkinson, completando el último relevo en la edición de Atlanta cuatro años después.

Pero a veces las cosas no salen como están previstas. Ocurrió en Seúl 1988: liberadas unos instantes antes, decenas de palomas se acercaron al pebetero en el momento en el que se encendía y varias se quemaron ante los ojos incrédulos de los espectadores.

Las manifestaciones, un clásico

Las manifestaciones son un gran clásico del relevo olímpico porque ofrece una exposición mediática mundial. Fueron especialmente llamativas en 2008, cuando los defensores del Tibet aprovecharon que los Juegos viajaban a Pekín para manifestarse: en París la antorcha terminó su jornada en un autobús debido a los incidentes.

Durante su recorrido hacia Sídney, para los Juegos 2000, un espectador sin ninguna motivación visible quitó la antorcha al surfista Tom Carroll e intentó lanzarla al puerto de Kiama, al sur de la ciudad, antes de ser inmovilizado en el suelo. Un estudiante de instituto también intentó apagarla, con un extintor.

Apagones y pandemia

En 2012, la llama olímpica, eterna según la leyenda, tuvo que ser encendida de nuevo después de que se apagara cuando la portaba la estrella paralímpica del bádminton David Follett. El fuego no soportó un golpe de viento en el sudoeste de Inglaterra.

En los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi 2014, las antorchas, fabricadas por una marca de misiles rusos, se apagaron varias veces, por lo que tuvieron que ser encendidas de nuevo de manera discreta por miembros de los servicios secretos.

En 2020 el viaje de la llama se paró de golpe por la pandemia de Covid-19: tras llegar el 19 de marzo a Tokio, no continuó su viaje hasta el 25 de marzo de 2021. Durante un año permaneció iluminada en el museo olímpico de la capital japonesa. Durante su recorrido final hacia el estadio, los pocos espectadores que lo presenciaron, con mascarillas, tenían prohibido aplaudir para evitar la propagación del virus.