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El efecto Sampaoli no se traduce en victoria por culpa de un buen Athletic (1-1)

César Suárez
Sampaoli volvió al Pizjuán, pero no consiguió ganar el partido.
Sampaoli volvió al Pizjuán, pero no consiguió ganar el partido. AFP
La fiesta de bienvenida a Sampaoli (62) en Sevilla se quedó en una sensacional puesta en escena, en un gran despliegue físico para ganarse a la afición. Pero no dio para conseguir lo único que importa en LaLiga que es vencer al rival. Y no lo hizo porque el Athletic supo esperar su momento, reponerse del tempranero gol de Óliver Torres (27) y empatar gracias a un zurdazo bestial de Vesga (29). Agotados, se le hizo largo un encuentro que pudieron perder en los últimos minutos, pero también ganar en el último segundo.

Hay quienes caen de pie nada más llegar, quienes encuentran la fórmula mágica, aunque sea por casualidad, para romper una dinámica negativa que se ha llevado por delante a un colega de profesión. A las primeras de cambio, zas. Eso le pasó a Sampaoli en su vuelta al Sánchez Pizjuán. A los cuatro minutos, gol de Óliver Torres y todo el público entregado a su nuevo talismán-entrenador. Y de ahí, a animarse para buscar el segundo con un despliegue físico descomunal que luego pasaría factura. Nada que ver con el esfuerzo irregular, con los jugadores deprimidos que se veían con Lopetegui. Ojo, no era culpa sólo del técnico vasco. Pero el cambio era evidente. La pena para los sevillistas es que los partidos no duran 70 minutos. Y los últimos 20 sufrieron de lo lindo. 

 

El Athletic, con ese tempranero tanto en contra, no veía cómo superar la asfixiante presión en zona alta de los sevillistas, ubicados con un claro 4-3-3 con Papu, Dolberg e Isco como tridente ofensivo. Era perder la bola e ir estos tres como tiburones a cazar pececillos. Y cuando la tenían, con Isco y Óliver clarividentes, Unai Simón siempre estaba en peligro. Aunque resolvió muy bien el meta internacional español las dos oportunidades que tuvo el Papu Gómez ante él. 

 

Esas paradas, además de impedir que el encuentro se rompiera definitivamente, hicieron que sus compañeros despertaran. El primero, Nico Williams, qué desborde el suyo. Amargó durante muchos minutos a Telles y fue un puñal por la derecha. Sólo le faltó conectar con su hermano, Iñaki, para que Dmitrovic tuviera, al menos, que lucirse. El serbio a punto estuvo de liarla en una acción en la que llegó a tocar a Berenguer y no el balón. Le salvó del penalti el milímetro por el que el futbolista bilbaíno estaba en fuera de juego. 

 

El susto espoleó de nuevo a los locales, pero los leones no se amedrentaron. La recta final de la primera parte fue un toma y daca constante, con agresividad defensiva, con equipos volcados al ataque, con espacios para correr. Divertido, en definitiva, para el espectador, quizás incluso para los entrenadores. Porque tras la reanudación no cambió nada. El ataque era lo primero. 

 

Sin embargo, sí hubo una nueva tendencia que volcó el duelo hacia la meta del Sevilla. Muniain, entre líneas, comenzó a tocar más balones, a conectar primero con Sancet y luego con Ander Herrera. No llegaban a rematar con claridad, parecían más balas de fogueo que reales, pero estaba más cerca el empate que el segundo de los blancos. Se olía. Y llegó merecidamente. Justo cuando Sampaoli había movido el árbol para quitar a los jugadores más agotados, llegó un zurdazo de Vesga ante el que nada pudo hacer Dmitrovic. Un misil desde fuera del área que fue acelerando por momentos para reventar las redes. 

 

Quedaba un cuarto de hora por delante y al Sevilla le entraron los miedos. Muchos. Cuando eso ocurre, hay rivales que se crecen, como Nico Williams, qué tormento para los defensas. Dmitrovic le sacó un disparo desde el punto de penalti que ya se cantaba como gol. Pedían los andaluces un descanso, ya no daban pie con bola, les podía la precipitación, se le estaba haciendo largo el partido. Todo lo contrario de lo que sentían los pupilos de Valverde, que veían cómo el triunfo era más que posible. Y lo habrían conseguido si Iñaki Williams hubiera acertado alguna de las dos claras ocasiones que tuvo, especialmente el cabezazo a medio metro del portero que erró incomprensiblemente

 

Cuando uno perdona, suele suceder que les das una segunda oportunidad al rival. Y la iba a tener el conjunto local con un golpe franco de Lamela que costó la expulsión a Herrera. El argentino, sin embargo, disparó sin suerte. Y ahí se acabó un encuentro que pudo ganar cualquiera... y perder también cualquiera. 

 

Jugador Flashscore del partido: Óliver Torres.

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