El 'nieto de la historia de España' que corrió una maratón en la bodega de un barco
Desde que nació en 1939, último año de la Guerra Civil, ya era un personaje diferente. Su abuelo paterno era Niceto Alcalá-Zamora, que fue presidente de la Segunda República; y por parte de madre, lo era el militar Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, que tuvo un papel importantísimo a la hora de hacer propaganda a favor del régimen de Francisco Franco a través de las ondas. De hecho, era conocido como "el general de la radio".
Más allá de esta especie de representación de lo que fue la España de la época, con dos bandos enfrentados y en muchas ocasiones unidos por vínculos familiares como este, su papel a nivel profesional bien merece un mínimo repaso: fue profesor en la Universidad Complutense, catedrático de Historia Moderna y miembro de la Real Academia de la Historia, como bien explica la biografía que aparece en la web de dicha institución. Además, también era poeta.
A este currículo laboral, debemos sumarle el deportivo. José fue subcampeón de España en triatlón en dos ocasiones y una vez en maratón en la categoría de veteranos, según la citada fuente. En esta última modalidad, sin embargo, su nombre será recordado por lo que fue toda una hazaña y que, además, le valió entrar en el Libro Guinness de los récords.
Una propuesta inédita
Hasta 1985, cuando José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano tenía 46 años, nadie había pensado todavía en correr los 42 kilómetros y 195 metros en la bodega (usada en este caso concreto, en principio, como zona de juegos y de ejercicios físicos) de un barco... o al menos no lo había ejecutado. Como contó él mismo en el libro Mi primer maratón (de Dimas Mas), la idea original no fue suya, sino de Bernardino Lombao, un aficionado al deporte que tuvo esa ocurrencia cuando lo vio correr por las instalaciones. Más de 500 jóvenes formaban parte de un proyecto que rehacía el primer itinerario colombino, con salida en Huelva.
El circuito constaba de dos rectas de 88,38 metros y dos curvas de 19,32 metros, lo que suponía darle 205 vueltas (más lo que faltara). El evento tuvo lugar a las cinco de la tarde del 5 de octubre de 1985, en la longitud de las Bermudas y latitud 26º del sur de Florida. Allí estuvieron el capitán del barco, dos árbitros internacionales, cuatro cronometradores y dos cuentavueltas. Además, había varias televisiones y centenares de personas que trataban de animar al corredor, que se vio obligado a pedir silencio más adelante.
"Lo principal fue luchar contra la deshidratación creciente", explicaba el propio Alcalá-Zamora en primera persona. Además, recordaba que las condiciones eran "muy desfavorables" por la propia humedad del ambiente y los 32º de temperaturaba que reinaban en aquel momento. Dejando a un lado las limitaciones del espacio y el hecho de carecer del equipamiento de competición ideal para esta distancia, tampoco había hecho una preparación específica porque surgió de forma natural e improvisada.
La 'tortura' que valió el Guinness
Una vez aceptado el reto, su "propósito oculto" era hacer menos de tres horas, pero desde el principio se dio cuenta de que era un ritmo demasiado exigente, ya que desde el cuarto iba "asfixiado". Aunque los 20 primeros kilómetros los completó en una hora y 27 minutos, el derrumbe fue "continuo y rápido". De hecho, en el último tramo, desde el 35, tuvo que correr a 5:17 de media. El cronómetro en la meta marcaba un tiempo con el que muchos corredores populares sueñan en una maratón al uso (3:18:58).
Algunos de los allí presentes, según relataba años más tarde el historiador malagueño para la redacción del citado libro, le confesaron que no pudieron dormir esa noche al revivir "la angustia de la hora final de carrera". Tras ver el vídeo el propio protagonista, se definió como un "cadáver corriendo" que tenía la cara "demacrada" y los ojos "sumergidos en otro mundo", lo que conformaba una figura "espectral".