México: renovarse o aniquilar un proceso

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México: renovarse o terminar de morir

México se va sin pena ni gloria de la Copa América
México se va sin pena ni gloria de la Copa AméricaAFP
El 30 de noviembre de 2022, la Selección Mexicana de Fútbol fue eliminada en la fase de grupos de Catar 2022 y rompió una racha histórica: México y Brasil eran los únicos países que habían pasado la primera ronda de un Mundial durante siete torneos consecutivos.

Una generación de mexicanos se acostumbró a ver a la selección siempre entre las mejores 16 del mundo e incluso alguna vez a verla ser cabeza de serie en un sorteo mundialista, con el orgullo de tener un equipo competitivo lleno de futbolistas hambrientos que soñaban con emigrar a Europa.

No obstante, la eliminación de Catar representó no sólo un balde de agua fría emocional, sino el fin de una época dorada del fútbol mexicano que duró 25 largos años y que fue dilapidada por la avaricia de los dirigentes que se marearon al creer que ya pertenecíamos a la élite y se concentraron solamente en los millones de dólares que vieron que se podían generar.

Esa época dorada, desde 1993 hasta 2018, se generó también por el desarrollo local de los equipos profesionales, que vieron en la exportación de talento a Europa un negocio redituable. También lo fue el acercamiento a Conmebol y el afán de tener mejor competencia en el continente, más allá de lo que te podía ofrecer la Concacaf. 

En la memoria histórica de nuestro fútbol están las primeras participaciones en Copa América con dos finales disputadas, goleadas a favor y buenos resultados. Pero, sobre todo, la confirmación de que se podía competir con cualquier potencia. Lo mismo ocurrió en Copa Libertadores, una competencia feroz donde cada punto que se ganaba costaba sangre y donde varios equis mexicanos llegaron a disputar finales. 

Sin embargo, mientras ese desarrollo ocurría, los directivos se encontraron con que en Estados Unidos había una nostalgia de mexicanos inmigrantes que extrañaban a su tierra y vieron una mina de oro en potencia. De pronto, las fecha FIFA que podían ser utilizadas para continuar con ese roce internacional de primer nivel sirvieron para armar partidos en California, Texas, Nueva York o en cualquier otra ciudad que tuviera un estadio monumental que terminaba siendo llenado por mexicanos, sin importar que el rival fuera de bajísimo nivel. 

A partir de ese hallazgo, el sentido de competencia terminó de tener su lugar preponderante en el orden de prioridades de la Federación Mexicana de Fútbol. De pronto se dejó de ver hacia el sur del continente y la alianza con la emergente MLS creció a pasos agigantados. 

Tiempos pasados

Atrás quedó competir en Libertadores y se optó por organizar una Leagues Cup con equipos norteamericanos que interrumpe la liga mexicana con el fin de visitar varios estadios de Estados Unidos y recaudar dinero. Además, también se empezó a copiar el formato de la MLS y, desde hace años, no existe el ascenso ni el descenso en México. Por si fuera poco, parece ser que los dirigente anhelan poder instaurar el sistema de franquicias -como en la MLS- para que se pague si alguien quiere un equipo de Primera División. 

En ese entorno, sin el más mínimo fuego competitivo y con dinero de por medio que permite traer extranjeros y agigantar el mercado interno de jugadores nacionales, matando tajantemente el sueño de competir en Europa, el desarrollo del futbolista mexicano se ha estancado de manera dramática. 

Todo esta radiografía ha terminado afectando a la selección, un producto que sigue siendo redituable en lo económico pero que ha dejado de ser competitivo y ha perdido, sin ninguna duda, el poco respeto internacional que se ganó en 25 años. Hoy, a la paupérrima lista de fracasos recientes (México no está clasificado por el Mundial sub-20, ni a los Juegos Olímpicos de París), el Tri quedó fuera en fase de grupos de la Copa América 2024, anotando solo un gol en tres partidos. 

Esta noche de domingo quedó claro que México necesita urgentemente una reconstrucción que incluya terminar con el proyecto de Jaime Lozano, un entrenador que fue elegido porque los jugadores le tenían simpatía y no querían exigencias extremas que vivieron con Gerardo Martino, pero también un cambio de filosofía rotundo que vuelva a priorizar lo deportivo. 

A dos años del Mundial que en parte organizará, México está en el punto más bajo de su historia futbolística reciente, y con pocos jugadores referentes que hagan ilusionar a una afición desencantada. Cualquier intento de proyecto que se puede presentar, parece ser que llega tarde. 

Pero más allá de la cuenta regresiva para la Copa del Mundo, lo que más desilusiona es saber que es poco probable que haya un cambio de fondo que vuelva a generar la posibilidad de otra época dorada que haga latir los corazones de más de 120 millones de personas. Y eso, el sentir que la pasión colectiva está secuestrada por los intereses de avariciosos de unos cuantos, duele más que cualquier eliminación en primera ronda.