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Rafa Márquez será el asistente de Javier Aguirre en la selección mexicana

Rafa Márquez, con el Barça
Rafa Márquez, con el BarçaAFP
Rafael Márquez deja las inferiores del FC Barcelona para sumarse al cuerpo técnico de Javier Aguirre.

Rafael Márquez jugó fútbol por toda una generación de mexicanos a la que no le alcanzó para ser profesional. Su determinación, clase y una gran carrera representó todo lo que soñaban tener tantos que aspiraban a vivir de la pelota. Su impacto fue tal que Aeroméxico, la aerolínea mexicana de mayor renombre, inauguró una ruta directa de Ciudad de México a Barcelona en tiempos en los que el dorsal 4 blaugrana —que alguna vez utilizó Pep Guardiola— era completamente suyo. 

Márquez nació en Zamora de Hidalgo, Michoacán, una ciudad con poco más de 150,000 habitantes que históricamente se ha considerado privilegiada por su suelo próspero, gracias en parte al río Duero que recorre su territorio. Desde allí se comercializan y transportan, a gran parte del país y al extranjero, abundantes frutos como fresas, arándanos, frambuesas y zarzamoras. 

Pero el 13 de febrero de 1979, esa tierra fértil y rica le daría al país algo más que ricos frutos. Gabriel García Márquez escribió en El coronel no tiene quien le escriba una de las frases más entrañables de la literatura latinoamericana: “La ilusión no se come, pero alimenta”. Las fresas, arándanos y zarzamoras de Zamora le dieron de comer a los estómagos de millones de mexicanos, pero aquel día Rafael Márquez nació para alimentarles el alma. 

Una carrera de ensueño

Todo comenzó en 1999, cuando Márquez jugó una Copa América consagratoria en Paraguay con tan solo 20 años. En el primer partido frente a Chile en Ciudad del Este, ojeadores del Mónaco llegaron al Estado Antonio Oddone Sarubbi con una clara misión: terminar de comprobar que los buenos reportes que habían recibido eran ciertos y contratar al defensa central chileno Pablo Contreras. Al final del partido —con victoria mexicana— los ojeadores llamaron al club para avisar que Contreras era tan bueno como decían y que aprobaban su fichaje, pero también pidieron autorización para iniciar contactos con el 4 mexicano, a quien definieron como “un central de época de gran clase”. 

Márquez se marchó del fútbol mexicano tras disputar una final inolvidable con su querido Atlas, equipo en el que debutó, en la que anotó un penal bravo en una definición de alarido que no pudieron sortear contra un intratable Toluca. Ese revés emocional y a flor de piel fue el último empuje de combustible con el que Rafa arribó a Mónaco, luego de que el club francés pagara una cifra récord hasta entonces por un mexicano: seis millones de dólares.

Desde ese punto, todo el aparato mediático y futbolístico mexicano que se adentraba a una época de exposición imparable con la entrada del nuevo milenio, se centró en Rafa y su aventura europea. Desde el primer partido con la camiseta del Monaco cuando en su primera intervención durmió un balón en su pecho tras un cambio de frente y fue ovacionado, hasta su despedida como leyenda del Barça, el fútbol nacional vio cómo su gran figura jerarquizó al jugador mexicano que pronto se acostumbró a despertar interés de clubes europeos.

Un referente tricolor

A diferencia de Hugo Sánchez, el otro gran valuarte que el fútbol mexicano le ha dado mundo, Rafa tuvo una trayectoria longeva y mejor en selección nacional, en gran parte al contexto favorable que el michoacano se encontró y que ayudó a fortalecer desde su jerarquía. 

No es casualidad que la época dorada de dos décadas de la selección mexicana —con sus altibajos, desgracias y momentos de júbilo— tuviera siempre a Rafael Márquez con la cinta de capitán, mientras su carrera se consagraba con, entre otras cosas, dos Champions League con el Barça. 

Mientras el resto del mundo lo recuerda vestido como jugador del Barça metiendo trazos largos y precisos al pecho de Ronaldinho, o haciendo una dupla defensiva de ensueño con Puyol, en México se sigue gritando con melancolía el gol que le anotó a Argentina en Leipzig, durante los octavos de final de Alemania 2006. Una tarde que comenzó con la esperanza que Rafa le dio a todo un país y que terminó en una de las desgracias más grandes en la historia del fútbol mexicano provocada por una genialidad de Maxi Rodríguez. 

Y aunque existen reclamos difíciles de refutar por un par de episodios de irresponsabilidad que  cuestionaron su liderazgo, Rafa se consagró como una figura preponderante en la lastimada cultura futbolística del país. Por eso, cuando el zamorano decidió convertirse en entrenador tras el retiro como jugador, la ilusión que despertó con una pelota en los pies renació mientras millones de aficionados se ilusionaban con verlo un día al frente del tricolor. 

Un incendio apagado y muchas preguntas

Es por esa innegable ilusión y lo que representa la figura de Rafa en el país que, tras un periplo favorable en el Barça Athletic donde demostró sus dotes como entrenador y su idea de juego apegada a la cultura curtida en la Masía, su nombramiento como auxiliar de Javier Aguirre en la elección nacional ha provocado que se disipe un poco el aire de enojo en una afición dolida que se sienta abandonada. 

El desastre provocado por el fracaso mexicano en la última Copa América provocó el adiós de Jaime Lozano quien, a pesar de ser ratificado hasta tres veces por los directivos como entrenador nacional, no aceptó convertirse en auxiliar de Aguirre y dejó el cargo, en una última muestra de dignidad. 

Ese puesto rechazado por Lozano, para sorpresa de muchos, fue aceptado de palabra por Rafa, quien tendrá que deslindarse del mundo blaugrana para comandar, junto al experimentado Vasco, las esperanzas mexicanas de cara al Mundial 2026 que se vivirá, aunque sea un poco, en casa. 

No obstante, aunque Rafa ha provocado —como en sus tiempos como jugador— que la narrativa cambie de un tono pesimismo a esperanzador con su acuerdo verbal para volverlo a ver vestido con la ropa de la selección, pero esta vez desde el banquillo, el michoacano se enfrentará a los problemas que los últimos cuerpos técnicos del Tri no pudieron sortear: futbolistas rezagados en la formación de la élite, poca competitividad del jugador mexicano atrincherado en sueldos millonarios de la Liga MX o la MLS y un recambio generacional lejos del talento de otras manadas. 

Además, dejando de lado que Rafa seguirá viviendo de planta en Europa, también surge la duda de cómo sabrán convivir Aguirre y Márquez en el día a día tricolor. El Vasco, afianzado con la edad como un pragmático que prioriza el orden defensivo como punta de lanza para competir, tendrá que encontrar puntos de acuerdo con un Rafa, un alumno más de la Masía que prepondera el dominio de la pelota como principal arma para evitar peligros del rival y ahogarlo con constantes ataques. 

Con la esperanza de que no sea sólo un escudo que proteja con su jerarquía bien ganada al seno de la selección y que sea una voz que se consolidé para hacerse cargo del proyecto tricolor rumbo al Mundial del 2030, Rafa ha despertado en la afición mexicana algo que hace mucho no sentía: ilusión. La misma que provocó en su juventud como futbolista y que alimentó al alma de un país que siempre estará agradecido con el suelo abundante y fértil de Zamora, Michoacán.