Sánchez Flores consigue en día y medio lo que Diego Alonso buscó durante más de dos meses
El fútbol está lleno de pequeños misterios; hay situaciones que difícilmente se puedan explicar con razonamientos concretos y lógicos. El Sevilla, vigente campeón de la Europa League, protagoniza uno de los enigmas más complejos. Parecía casi imposible conseguir la ansiada victoria, algo tan sencillo como marcar un gol más que el rival, y al fin llegó en tierras nazaríes, donde se llevaron un encuentro con tintes dramáticos.
Tras el efímero paso de José Luis Mendilibar, clave para conseguir el séptimo título continental, la dirección deportiva optó por contratar a Diego Alonso. La apuesta se presentaba arriesgada de por sí debido a su falta de experiencia en España -dejando a un lado su trayectoria como jugador- y ni mucho menos funcionó. Su etapa en Nervión duró poco más de dos meses (desde el 10 de octubre hasta el 16 de diciembre).
Lo intentó de todas las formas posibles, pero el charrúa fue incapaz de ganar tanto en la Liga de Campeones como en la competición doméstica. Pudo celebrar dos triunfos en la Copa del Rey (contra Quintanar de la Orden y Atlético Astorga, rivales muy inferiores). Esto, claro, resultó insuficiente después de una docena de oportunidades entre los dos torneos más importantes, sobre todo tras la dura derrota ante el Getafe y la cercanía con el descenso.
El último cambio de rumbo tiene como principal nombre propio a Quique Sánchez Flores, un técnico ya contrastado en LaLiga EA Sports (sin incluir sus aventuras extranjeras, pasó por las filas de Getafe, Atlético de Madrid, Valencia y Espanyol). Y su incorporación no ha podido ser más precipitada, ya que debutó (con éxito) al frente del cuadro hispalense este mismo martes, sólo un día y medio después de aterrizar en la ciudad.