Jordi Amat, de profesión futbolista y príncipe indonesio
La historia de Jordi Amat da para un cuento de Disney. Criado en la cantera del Espanyol, a los 17 años debutó en Primera división. Fue Pochettino quien le dio la alternativa antes de cumplir la mayoría de edad a este prometedor defensa central, internacional en todas las categorías inferiores de la selección española.
En aquella temporada de estreno, la 09/10, jugó seis partidos, cumpliendo el sueño de cualquier chaval. Duró dos campañas más en el Espanyol hasta que fue cedido al Rayo Vallecano en la 12/13 y después traspasado al Swansea. Regresó cuatro años más tarde a España para actuar en el Betis y otra vez en el Rayo, y de nuevo emprendió una aventura en el extranjero, en esta ocasión en el KAS Eupen belga.
Allí fue cuando se planteó acercarse a Indonesia, país natal de su abuela, quien siempre le habló desde que era un niño que era el príncipe heredero de una región de ese país. Parecía una historia de esas que te cuentan para dormir. Sólo que en el caso de Jordi era real.
Aunque firmó el pasado verano por el Johor, en Malasia, pidió la nacionalidad indonesia, que consiguió a mitad de noviembre. Un mes después, este pasado diciembre, debutó con la selección absoluta de sus ancestros.
Y ahora, no sólo es uno más en el combinado nacional sino que también tiene, de manera oficial, el título nobiliario del que su abuela le habló. El tatarabuelo de Amat era el rajá de Siau, una subregión del extenso país, una condición hereditaria que ahora ostenta el futbolista.
En toco caso, ser príncipe de una isla de poco más de 20.000 habitantes no le va a cambiar su personalidad. Aunque sí le ha motivado aún más para aprender su idioma, el bahasa, y sentirse más integrado en la cultura indonesia.
Es Jordi Amat, de profesión futbolista... y príncipe.