El Valencia vive una situación institucional dramática que bien recuerda a la del Málaga, club que involuciona mientras la propia ciudad crece a pasos agigantados. La crispación lleva instalada en el equipo del Turia desde hace tiempo, pero esa inestabilidad se ha visto frenada por momentos cuando, por ejemplo, se ha disputado una final de Copa del Rey, un logro deportivo que acaparó todo el protagonismo, o, más recientemente, las semis de la Supercopa de España. Dejaron buenas sensaciones y cayeron en penaltis.
Pero lo que da de comer a todos los clubes es LaLiga. Son tres derrotas consecutivas y seis partidos seguidos sin conseguir la victoria. La última fue a mediados de noviembre, en Mestalla, contra el Real Betis (3-0), un halo de luz que sirvió para poner fin a otra mala racha de resultados (casi un mes sin ganar). La realidad es que todavía no saben lo que es encadenar dos alegrías, la prueba más clara de la irregularidad y del pobre rendimiento que están ofreciendo durante el presente curso.
Y para enderezar el rumbo equivocado que está asumiendo el conjunto valencianista, nada más y nada menos que el Athletic Club, que ya venció el 26 de enero por 1-3 en la eliminatoria de cuartos de final de la Copa del Rey. Iñaki Williams dio dos asistencias, su hermano Nico marcó un gol, Iker Muniain anotó otro y Mikel Vesga firmó el tercero y definitivo. Los fantasmas tan recientes pueden condicionar al cuadro local, que será testigo directo de las protestas de una afición que clama contra Peter Lim.
Más allá de que los vascos están disfrutando de una gran campaña, con bastantes opciones reales de conseguir el billete para competiciones europeas dentro de unos meses, llegan también muy reforzados anímicamente tras tumbar al Cádiz por 4-1 en San Mamés, una goleada que sirvió para, en cierta manera, olvidar la derrota encajada ante el Celta de Vigo. Según los resultados de la jornada, un triunfo este sábado (21h00 CET) podría traducirse en el asalto a la sexta posición.