Volvía Rafa Nadal a una final más de dos años después de la última, disputada en Roland Garros en junio de 2022. La definición, como los anteriores partidos del torneo, arrancó con el mallorquín ofreciendo una versión muy lenta y dubitativa, lo que le llevó a cometer errores que le pusieron en desventaja rápidamente.
Nuno Borges supo aprovechar a la perfección la inestabilidad del rival. Le arrinconó en el fondo de la pista hasta que encontraba la ocasión de jugar más corto, incluso con dejadas, que quedaron fuera del alcance del español. Esa diferencia de solidez en el juego se tradujo en un 6-3 favorable al portugués en la primera manga.
Del mismo modo que en días anteriores, el golpe de perder la apertura hizo reaccionar a Rafa, aunque no de forma tan arrolladora como en otras ocasiones. Seguía incómodo, le costaba ganar su saque y los servicios del luso terminaban en un abrir y cerrar de ojos.
Aun así, las sensaciones mejoraron con el transcurso de los minutos, cosa que no impidió que Borges volviera a subir el ritmo y ponerse 4-2 arriba en lo que iba a ser el preludió de la victoria del portugués. Finalmente, cerró la final con un contundente 6-2.