Djokovic y Alcaraz son el presente y el futuro: su rivalidad es lo que el tenis necesitaba
La final de Cincinnati recordó a la batalla entre Djokovic y Rafael Nadal (37) en Madrid en 2009, cuando ambos se enfrentaron en el partido más largo de la historia de los Masters 1000 de la ATP. Nadal acabó imponiéndose en cuatro horas y tres minutos en el que, probablemente, fue el partido al mejor de tres sets más increíble de todos los tiempos.
Este choque, seguramente, no fue tan bueno como aquel, pero el último set estuvo cerca. Alcaraz, el mejor del mundo en la actualidad, evitó varios puntos de partido con una efectividad fuera de lo común, antes de que Djokovic se mantuviera firme en el tie-break para sellar una victoria épica.
La rivalidad entre Nadal y Djokovic es, tal vez, la más grande que se ha visto en el tenis, por su espíritu indomable, su determinación y la brutalidad con la que se enfrentaban.
Se machacaban mutuamente, llevándose al borde de lo humanamente posible. A lo largo de sus 59 enfrentamientos (Djokovic lidera 30-29), hubo muy pocos momentos en los que ambos jugadores no se dejaran absolutamente todo en la pista.
Dos especímenes físicos monstruosos que se esforzaban al máximo mientras jugaban cada punto como si fuera el último era un placer para la vista y, francamente, también bastante agotador para el espectador. A veces parecía más una guerra sangrienta que un partido de tenis.
El mayor ejemplo de ello fue en 2012, cuando Djokovic se enfrentó a Nadal en la final de Grand Slam más larga de todos los tiempos en Melbourne, con el primero venciendo en unas agotadoras cinco horas y 53 minutos. En el momento de la presentación, ninguno de los dos jugadores podía estar de pie, y se compraron sillas para que pudieran tomar asiento.
La rivalidad de Nadal y Djokovic con Federer también fue un espectáculo, pero el maestro suizo no sudó en ningún momento, y su genialidad se debe a su elegancia y a su capacidad para hacer que el juego parezca tan fácil. Obviamente, hay brillantez en ello, pero había algo más atractivo en la ferocidad y la barbarie entre Nadal y Djokovic.
Y eso es exactamente lo que se siente cuando Alcaraz y Djokovic salen a la pista. El español tiene la misma férrea determinación, infalibilidad y velocidad en la pista que Nadal, lo que hace que esta nueva rivalidad intergeneracional sea tan apasionante.
Alcaraz sólo tiene 20 años, pero posee la inteligencia tenística de un hombre que ha jugado al tenis al más alto nivel durante una década. Nunca se le ve tensarse en los puntos importantes, mostrando una gran valentía una y otra vez.
Su derecha (golpe de drive) es un arma de destrucción masiva, como la de su ídolo Nadal. Sin embargo, es mucho mejor en la red que su compatriota español a la misma edad.
El serbio también se apresuró a señalar las similitudes entre su final contra Alcaraz en Cincinnati y sus anteriores enfrentamientos con Nadal.
"No creo que haya jugado muchos partidos como éste en mi vida. Quizá pueda compararlo con la final contra Nadal en el Abierto de Australia de 2012".
"La sensación que tengo en la pista me recuerda un poco a cuando me enfrentaba a Nadal cuando estábamos en nuestro mejor momento. Cada punto es un esfuerzo. Cada punto es una batalla. Básicamente tienes que ganarte cada punto, cada golpe, independientemente de las condiciones. Es increíble poder experimentar eso con él en la pista", afirmó.
Desde la retirada de Federer y el final de la carrera de Nadal, el tenis masculino se encuentra en un extraño vacío.
Djokovic ha seguido dominando con la ausencia de sus dos grandes rivales y, desde Wimbledon del año pasado, pocos han podido competir con él en los Grand Slam.
Jugadores de la talla de Stefanos Tsitsipas, Alexander Zverev y Daniil Medvedev no han sido capaces de suponer una gran amenaza, aunque este último derrotó a un Djokovic agotado emocional y físicamente en la final del US Open 2021.
Jannik Sinner y Holger Rune son talentos supremos, pero aún no poseen la madurez ni las armas para derribarle en un grande.
Aquí entra Alcaraz. Tras ganar su primer Grand Slam ante un Djokovic sin US Open el año pasado, su juego siguió desarrollándose y creciendo.
Se perdió el Abierto de Australia de este año por lesión, pero se enfrentó a Djokovic en Roland Garros antes de que su cuerpo se acalambrara y le abandonara. Sin embargo, se resarció, derrotando al 23 veces campeón de Grand Slam en Wimbledon en un emocionante partido a cinco sets, que parecía sugerir que había llegado a la cima.
La batalla de Cincinnati fue otro clásico entre ambos, incluso mejor que la final de Wimbledon. La victoria de Djokovic empató el duelo a dos victorias por cabeza y dejó a los aficionados con la boca abierta ante posibles enfrentamientos en el futuro.
Lo cual es realmente asombroso, porque a Djokovic le faltan menos de cuatro años para cumplir los 40. Es el Superman del tenis. El nivel al que está rindiendo, su forma física y su capacidad para seguir el ritmo de un hombre 16 años más joven que él, son inefables. Tampoco parece que vaya a bajar el ritmo. Todavía le quedan algunos años.
No es el jugador que produjo dos de las mejores temporadas en la historia del deporte en 2011 y 2015, pero en su mayor parte, es casi tan bueno como muchos de los otros años intermedios. Comete más errores no forzados y su juego puede decaer a veces, pero nadie ha sido capaz de hacerle daño en esos momentos.
Hasta que llegó Alcaraz. Tanto en Wimbledon como en Cincinnati, hubo momentos en los que Djokovic parecía realmente perdido. Era casi como si no pudiera creer lo que estaba pasando al otro lado de la pista. El gran solucionador de problemas del tenis luchaba por resolver el enigma de Alcaraz.
La única vez que Djokovic se ha visto así en los últimos dos años ha sido contra Nadal en Roland Garros, y no hay que avergonzarse por ello.
Alcaraz puede ser la criptonita de Djokovic. Y en un momento en el que el tenis necesitaba a alguien que atrajera a un público nuevo, alguien deslumbrante y rebosante de vida que captara los corazones y las mentes de los jóvenes aficionados, llegó en el momento perfecto.
A pesar de la diferencia de edad, a pesar de que Djokovic se dirige al acto final de su carrera, esta rivalidad ya se está convirtiendo en un icono que podría definir los próximos años de este deporte. Un posible enfrentamiento en el US Open se convertirá en otro capítulo de esta saga tan necesaria. No cabe duda de que el tenis está en buenas manos.